Senderos que no se bifurquen

Autores: Diego Coatz. Medio: Publicada en Informe Industrial.

03/02/2011
Luego de un año de fuerte crecimiento de la actividad, se espera que la tendencia continúe en niveles similares o apenas inferiores este año. El incremento de las importaciones durante 2010 (46% interanual) señala un fuerte crecimiento de la actividad y de la inversión, pero también que una parte significativa del incremento de la demanda no se está traduciendo en producción nacional.

Los empresarios industriales argentinos son como los de cualquier otro país: maximizan beneficios definiendo un mix de producción en función de la rentabilidad que presenta el segmento productivo versus el negocio comercial importador. Si en algún sector o empresa no existe este mix, el que termina ganando mercado es el importador.

En el marco del debate sobre la primarización (enfermedad holandesa), la diversificación de la matriz productiva en general y de la canasta importadora/exportadora en particular, es uno de los temas clave para el diseño de políticas públicas acordes a los desafíos en puerta. Es por ello que resulta relevante visualizar de forma precisa, tanto desde una mirada macro como micro, las encrucijadas que se avecinan, de forma de evitar los atajos equivocados del pasado.

El sendero Macro

En 2011 se vislumbra nuevamente cierta holgura en el plano externo (sobrante de divisas), el gasto agregado crecerá a buen ritmo y nuevamente se registrará un fuerte crecimiento de la actividad económica.

Las alertas aparecen por el lado de la inflación, que se aceleró durante 2010 como consecuencia principalmente de la fuerte recuperación de los precios internacionales de commodities que exportamos, particularmente alimentos, que repercutieron en cadenas de valor estratégicas. Esto, junto a una fuerte recuperación de la actividad, llevó la puja distributiva en un terreno bastante mayor que el de 2009.

Cuando una economía abierta con aranceles sumamente bajos como los de Argentina registra un aumento del gasto agregado (sea gasto público, consumo o inversión) por encima del incremento de la capacidad productiva, la brecha se cubre con mayores importaciones. En un marco donde sobran de divisas, no hay variaciones abruptas del tipo de cambio nominal y por tanto tampoco en los precios minoristas. Esto es una diferencia sustancial a lo que ocurriera en otras épocas de nuestra historia (por ejemplo en los años sesenta) donde se generaban fuertes cuellos de botella que se traducían en mayores precios, ya sea porque era una economía cerrada o por devaluaciones del tipo cambio.

Resulta sumamente difícil utilizar los instrumentos macro tradicionales para frenar la inflación (ajuste fiscal o contracción real de la cantidad de dinero) dado que bajar la tasa de crecimiento del 8-9% al 4-5% no significa distender la puja distributiva. Más aún en un contexto de precios elevados de los alimentos y un tipo de cambio nominal que no ha caído en forma sustancial como en otros países de la región.

El sendero Micro

La estructura productiva de nuestro país contiene un factor de índole estructural asociado a la elevada elasticidad de las importaciones respecto al producto. Décadas de retrocesos en la integración de la industria nacional derivaron en una alta dependencia de bienes intermedios importados para la producción local, y de bienes de capital, piezas y partes para la inversión.

Por el lado de las exportaciones, el avance de las MOI y de alimentos elaborados en la estructura de ventas argentinas al exterior refleja un valioso proceso de sofisticación y agregación de valor. Especial atención merecen comportamientos interesantes en sectores que han empezado a complementar las ventas al mercado interno con la apertura de nuevos mercados en el exterior. Entre ellos se destacan el sector farmacéutico, productos plásticos y químicos elaborados, la metalmecánica, las autopartes y los alimentos elaborados (vinos, panificados, etc.), entre otros. No conforman todavía un cambio estructural, pero sí un paso adelante. El desafío: hacer sostenible este proceso y generalizar casos exitosos.

Las claves para esta agenda de política productiva son:

• Innovación y las ganancias de productividad;
• Esquemas de financiamiento ligados a la creación de una banca de desarrollo que canalice el ahorro nacional;
• Infraestructura para impulsar sectores industriales nacionales;
• Una política de desarrollo empresarial sensible al tamaño de las empresas;
• Esquemas de reducción de las desigualdades regionales y sociales.

El camino

La construcción de un camino al desarrollo requiere que estos dos senderos no se bifurquen. El primero: la coordinación de los instrumentos de política – monetaria, cambiaria, comercial, fiscal, de ingresos, entre otras – a fin de garantizar la acumulación de capital reproductivo y desalentar la especulación y las actividades rentísticas. No acumular un esquema cambiario que termine por generar variaciones abruptas del tipo de cambio en el futuro. El segundo sendero: una política industrial integral para corregir los desequilibrios estructurales de la matriz productiva. Esto significa planificación del desarrollo.

Este camino requiere una nueva perspectiva que contemple los desafíos específicos de los productores reales y que favorezca la interacción entre los sectores público y privado. Un acuerdo económico y social para el desarrollo es el espacio idóneo para llevar adelante este proceso. La alternativa, el atajo primario-importador, terminará por afectar tanto a la producción nacional como a los trabajadores ya que la erosión de la competitividad implicará la pérdida de mercados, tanto externos y internos, a favor de las importaciones. Y esa es la diferencia primordial entre el sector industrial y el resto de los sectores de la economía.

*Diego Coatz. Profesor FCE-UBA / UCES. Economista Jefe del Centro de Estudios de la UIA.



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