Si bien el aumento generalizado observado de precios de las commodities hasta enero de 2011 genera cierto alivio para la economía doméstica, gracias a la generación de divisas de las exportaciones agro-industriales, el proceso tensiona aún más el conflicto distributivo, ya que acelera la inflación y erosiona la competitividad.
Eso representa un problema no sólo desde el punto de vista macroeconómico, sino que pone de manifiesto la necesidad de una estrategia de desarrollo en cadenas de valor claves para la generación de empleos y divisas que permitan reducir la brecha tecnológica que nos separa de las naciones centrales.
La explosión del precio de la fibra de algodón, que pasó de US$ 2 a casi US$ 4,70 por kilo en el último año, ilustra en buena medida lo que está ocurriendo y confirma el impacto del desequilibrio estructural que existe en la economía mundial.
Si bien una parte de la suba responde a componentes especulativos, potenciados por la desvalorización internacional del dólar y el boom de los mercados de futuros, en el caso del algodón el aumento del precio superó en promedio (enero 2009 vs febrero de 2011) un 125% el aumento del precio de la soja, un 120% el dinamismo en el precio del trigo y un 95% el incremento del precio de la plata.
La transición de las economías de China e India hacia el capitalismo genera un exceso de demanda de insumos críticos para el crecimiento de sus economías, lo cual acentúa la escasez de recursos naturales en el mundo. China e India, las dos naciones más pobladas del planeta con casi 2.500 millones de habitantes entre ambas, han incorporado a millones de trabajadores/consumidores al mercado con salarios de subsistencia.
En una fase inicial, este fenómeno se expresó en un mayor consumo de bienes de primera necesidad, básicamente alimentos, y de aquellos vinculados al desarrollo de la infraestructura de los países emergentes, como la energía y los minerales para la construcción. Hoy la presión se observa también en el incremento de la demanda de fibras textiles destinadas principalmente a la producción de vestimenta y de artículos para el hogar (sábanas, toallas, manteles, alfombras, cortinas, etc.) y medicinales (vendas y gasas).
El algodón, que como todo recurso natural tiene una oferta restringida, se convirtió para ellos en la
commodity que más se revalorizó en el mundo desde el año 2009.
Los detonantes en el mercado de la fibra fueron las condiciones climáticas adversas para la cosecha de tres de los cuatro más grandes fabricantes (Estados Unidos, China y Pakistán) y la difusión de la estrategia china de reservar parte de sus stocks. También se revela la consolidación del crecimiento de la demanda de países hasta hace poco tiempo periféricos, especialmente asiáticos, sobre una oferta prácticamente inelástica. Sin embargo, el sostén real que explica el ritmo ascendente del precio de la fibra de algodón es la política de Estado china de acaparar el insumo estratégico de la cadena de valor. Frente al proceso de transición a una economía capitalista, el gigante asiático necesita controlar los recursos naturales como eje central de mantenimiento de su competitividad.
Esa agresiva política del gobierno chino de captación de los mercados internacionales, que va logrando desplazar la producción de industrias de otros países mano de obra intensivos o bien estratégicas de los procesos de desarrollo, como la textil, la electrónica y la automotriz, motoriza la acelerada inyección de nuevos consumidores al mercado y el consecuente fenomenal desequilibrio global.
Esta situación no sólo se expresa en el aumento de los precios de los recursos naturales, sino también en peores condiciones generales laborales (y de vida) que requiere la estrategia depredadora de crecimiento del sistema productivo asiático, que es promovido, en buena medida, por capitales estadounidenses y europeos.
A nivel local, el costo de la materia prima no incide fuertemente en el valor final de la prenda en los segmentos medios altos (20% del mercado) pero impacta en las prendas de los sectores medios bajos y en productos textiles para el hogar.
Del caso a la política
El caso del algodón manifiesta la relevancia de pensar políticas públicas orientadas a aprovechar las mejoras en los precios internacionales dentro un eslabón importante hacia dentro de una cadena (renta), logrando que la misma sea beneficiosa para el conjunto.
Por ello, debatir la matriz deseada de la producción agropecuaria e industrial, teniendo en cuenta los diferentes escenarios probables de precios y disponibilidad de tierras resulta fundamental para toda estrategia de desarrollo. Esto lleva a pensar políticas de integración y agregación de valor, en un marco donde los recursos naturales son estratégicos.
La complejidad y la institucionalidad necesaria para tener una política productiva de largo plazo nos lleva a tener en cuenta los siguientes puntos.
1- El sector algodonero fue uno de los más castigados en las últimas décadas por la pérdida de rentabilidad relativa en relación a otros productos agropecuarios con mayores precios y renta (particularmente la soja). La cosecha pasó de 450 mil toneladas a mediados de la década del noventa 70 mil en 2003. Actualmente se producen 320 mil pero con la mejora en la rentabilidad relativa actual se podría rápidamente superar los máximos históricos, en un marco donde contar con el insumo crítico resulta vital para el desarrollo de la cadena de valor.
2- La pregunta es quién paga los costos adicionales del proceso. Si es el consumidor final, no sólo afecta los ingresos de los trabajadores, sino también del sector industrial que está orientado al mercado interno. Si los costos se reparten hacia dentro de la industria, la pérdida de rentabilidad puede generar desaparición de empresas y subsectores de una de las cadenas con mayores eslabonamientos y multiplicadores y muy importante en la generación de empleo. La industria textil-indumentaria hoy genera 250 mil puestos de trabajo que llegan a medio millón si se añade la producción primaria y comercialización.
3- Frente a esto se deben evaluar políticas públicas con reglas claras y previsibles que incentiven el desarrollo del sector. Este debe tener en cuenta compensaciones, cupos, tasas y derechos, reintegros, financiamiento, defensa de la competencia y, sobre todo, no afectar a los rubros más atomizados.
Este análisis podría replicarse en un conjunto de cadenas de valor estratégicas para nuestro país. Mientras China avanza, crece, compra insumos críticos y empresas, vende productos elaborados y establece precios internacionales de los mismos para dominar la generación de valor, el proceso de industrialización argentino, como el de gran parte los países de la región, todavía se encuentra entre algodones. Armar el rompecabezas productivo resulta imprescindible para promover un crecimiento con integración social y territorial.