El fin de la inocencia: Construir una agenda positiva con Brasil no implica abandonar el interés nacional

Autores: Diego Coatz, Demián Dalle. Medio: Publicada en El Economista.

13/07/2011
Los sucesos económicos y comerciales (así como los cambiarios) que ocurrieron los últimos meses dan cuenta de ciertas contradicciones que fueron anunciadas desde hace bastante tiempo por el Dr. Rogelio Frigerio, uno de los intelectuales más relevantes del movimiento desarrollista de nuestro país. En el libro titulado “Integración regional instrumento de los monopolios”, Frigerio plasma las diferencias existentes entre “avanzar” hacia una unidad latinoamericana respecto de mantener la soberanía nacional elaborando estrategias de política comercial externa que respondieran, justamente, a intereses nacionales. Argumentaba que dicha unidad, en el fondo, sería de utilidad exclusiva para grandes conglomerados empresariales, dado que las decisiones de inversión sólo se reducirían a seleccionar un lugar físico y desde allí abastecer toda la demanda local o, en este caso, latinoamericana. Los límites fronterizos políticos dificultaban esta idea.

Muchas de aquellas diferencias están hoy resueltas. Pero el MERCOSUR muestra nuevos interrogantes sobre bases similares.

El primero de ellos es: ¿quién es el que agrega el valor en la producción que se distribuye en la región? Y después ¿qué tipo de integración regional podría potenciar el proceso de reindustrialización?

Para poder hacer un diagnóstico más claro, la relación con Brasil y las recientes disyuntivas en materia comercial resultan ilustrativas. La producción nacional ha crecido fuertemente durante los últimos nueve años, con excepción de algunos trimestres producto de la crisis internacional. El PIB argentino creció 80% entre 2002 y 2010 y casi un 50% con relación a 1998, con un gran protagonismo del mercado interno.

En este contexto de fuerte crecimiento local, Brasil se hizo cada vez más relevante para la Argentina. Al punto de que hoy, se destina hacia allí el 21% de las exportaciones totales y el 42% de las ventas de manufacturas de origen industrial. Brasil representa hoy el 31% de nuestras importaciones y es nuestro principal proveedor. En 2010, el saldo del comercio con Brasil arrojó un déficit de USD 4.088 millones (más de USD 6.000 si se toma sólo el segmento de MOI) un 6% mayor respecto a 2008. A esto se suma su creciente importancia en el ingreso de capitales, ocupando ya el cuarto lugar entre todos los inversores externos que llegan al país, según fuentes oficiales.

El fuerte crecimiento de las importaciones (que aumentan a un ritmo superior al 40% interanual), llevó a que Argentina implementara una serie de medidas con el objetivo de contener y moderar ese incremento. La aplicación de valores criterios en Aduana, la utilización de licencias no automáticas de importación (LNA) y la agilización de procedimientos antidumping fue la tríada de herramientas empleadas más visible. Sumado a ello, luego de décadas, se ponderó una política de negociaciones internacionales de apoyo a la producción nacional frente a intereses externos. Las negociaciones en la Ronda de Doha, la falta de acuerdo entre el MERCOSUR y la UE, entre otras, dan cuenta de ello.

Estas medidas, conceptualmente correctas, pudieron haber ocasionado algunos problemas puntuales, fruto de décadas de destrucción de capacidades técnicas en la gestión pública, particularmente en lo que atañe a cuestiones de comercio y negociaciones internacionales. En efecto, la economía argentina es una de las más abiertas del mundo, solamente superada por una docena de países si se toma el coeficiente de apertura, casi el 40% del PIB, y el más alto de los últimos 120 años. Incluso los instrumentos utilizados, si bien pueden ser de relevancia en algunos segmentos puntuales de productos, no han impactado prácticamente en las compras al exterior (en el acumulado a mayo de 2011 la importaciones totales crecieron 38%, 52% de China y 37% de Brasil).

Al mismo tiempo, uno de los pilares del “modelo”, los tipos de cambio diferenciales y competitivos (neto de derechos y compensaciones), viene perdiendo cierto margen, particularmente para sectores sensibles, vía la suba de costos locales y de los precios de los insumos importados.

En febrero, dado el continuo deterioro del resultado bilateral comercial, Argentina amplió la lista de productos alcanzados por el sistema de LNA. Brasil respondió a estas medidas con el bloqueo de los ingresos de automóviles argentinos con el fin de inducir a la Argentina a negociar la flexibilización de este sistema y tildándola de “proteccionista” frente al mundo.

La tríada herramental que utiliza Argentina, sin embargo, forma parte de la estrategia para enfrentar la coyuntura internacional frente a la competencia desleal y la liquidación de stocks en un contexto donde los países desarrollados utilizaron grandes desembolsos fiscales y financieros para rescatar empresas y, con ello, producción y empleo. Las Naciones Unidas estima que ese total alcanza los USD 2,6 billones, concentrados en un 73% por EEUU, Alemania, Japón y China. A esto se suman medidas tradicionales como los subsidios al sector agro-industrial, el conjunto de barreras para arancelarias (fitosanitarias), los cupos y restricción del comercio como así también la capacidad de fijar aranceles a ciertos productos superiores al 100% (cuando en el MERCOSUR el máximo consolidado es del 35%).

Si bien la economía global que viene puede generar oportunidades, todavía está enmarcada en un crecimiento tímido que dará lugar a un recrudecimiento de la competencia que, junto con la aceleración del progreso tecnológico, engendra una feroz disputa por la riqueza entre naciones y empresas.

Las palabras del Dr. Frigerio son sugerentes ante esta coyuntura. Las mesas de negociaciones que no profundice la reindustrialización sobre la base de más y mejor inversión junto con un mercado interno robusto como base para el desarrollo exportador, pone en evidencia los límites de la integración regional y de toda política externa que NO tenga en cuenta la prioridades de la nación. No debemos pelearnos con nuestros hermanos vecinos, pero siempre y cuando nos dejen crecer y podamos colaborar en un desarrollo mutuo. La subordinación de la política comercial a los intereses externos ya demostró, en un pasado bastante reciente, una enorme eficacia para destruir capacidades productivas y sociales en nuestro país.

Lo que se impone es debatir sobre una agenda positiva, que pondere los avances y plantee las correcciones necesarias para transformaciones estructurales de la matriz productiva. Y no temer a la discusión. En materia de defensa de los intereses nacionales, todavía estamos cursando la secundaria mientras los países desarrollados van rumbo a doctorarse.



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