Entre la corriente y la voluntad

Autores: Diego Coatz, Marcelo J. García. Medio: Publicada en Página 12.

18/09/2012
En todo tiempo bisagra para el mundo desde que el mundo es moderno, cada nación tiene que tomar conciencia de su condición histórica y su potencialidad futura. Con ella, cruzará el Rubicón hacia el desarrollo o quedará en la otra orilla. Argentina está a la vera del río. Cruzar implica no sólo entender qué hay de este lado y qué del otro, sino también la corriente que lo atraviesa.

El mundo está en crisis, coyuntural, pero por sobre todo estructural. La coyuntura es la que se lee en los diarios desde el septiembre negro de Lehman Brothers. Su difícil salida es también resultado de la faceta estructural de la crisis, económica y geopolítica. El surgimiento de China no es lineal y el mundo no avanza a un nuevo esquema bipolar, sino que está construyendo una nueva Westfalia en la que la multipolaridad con alianzas cruzadas y cambiantes será la norma por varias décadas.

Esta multipolaridad requiere una política exterior cuyo foco resida en la definición clara de los intereses propios y la consideración no inocente de los intereses ajenos. En este mundo no hay buenos ni malos per se, sino actores con mayor o menor nivel de funcionalidad en las relaciones. La lucha geopolítica apunta a dos variables: los recursos naturales y la agregación de valor. La corriente global invita a Argentina a apostar a la primera y olvidar la segunda. Pero el desafío de nuestro país –y de casi toda la región– es compatibilizar ambas y evitar el mayor peligro de nuestra era: la primarización de nuestras economías.

Argentina es el país que más se industrializó en la región en la última década. El país mantuvo entre 2000 y 2010 una participación estable de las exportaciones industriales en sus exportaciones totales –superior al 60 por ciento (MOA+MOI)–. Este porcentaje cayó en Brasil, Colombia, Chile y Perú. Pero la presión sigue y seguirá siendo hacia la desindustrialización, dado el boom de consumo de materias primas y el rol de China en el comercio global. Luchar contra esa corriente requiere un conjunto coordinado de políticas, tanto macro como microeconómicas y una fuerte cohesión del campo heterodoxo.

La política comercial es la bisagra entre la tendencia a la primarización y la voluntad de industrialización. Pero hay otros elementos que hacen a una política industrial integral: cómo hacer, por ejemplo, para que la demanda crezca en forma sostenida con precios relativos acordes con la producción.

El desarrollo industrial arrastra, sin embargo, un grillete pesado, que se traduce hoy en un déficit crónico de manufacturas de origen industrial (MOI), que alcanzó los 32 mil millones de dólares en 2011. Argentina no compite aquí contra cualquiera. El déficit industrial lo explican principalmente China, Brasil, Estados Unidos y la Unión Europea. El caso de China es ejemplo paradigmático del proceso: de aportar el 7,6 por ciento del déficit en 2000, pasó al 32,3 por ciento el año pasado.

En un mundo incierto, muchos países y grandes empresas liquidan stocks y compiten de manera predatoria. Y en ese contexto, no hay país desarrollado o en vías de serlo que no defienda su mercado interno en virtud de sus intereses. India negociaba hace poco en la ronda de Doha de la OMC el poder consolidar aranceles máximos al 80 por ciento, sobre todo para muchos productos agrícolas. El Mercosur tiene un máximo potencial de 35 por ciento y un promedio efectivo en torno del 11 por ciento. Estados Unidos y Europa se reparten cupos, subsidios, restricciones para productos agrícolas o alimentos con valor agregado, y aplican barreras sanitarias, ambientales y hasta de uso eficiente de la energía. Según la OCDE, Brasil, la UE, India y EE.UU. son los países o bloques que más medidas de defensa comercial tomaron durante el último año (30, 27, 27 y 22, respectivamente). Argentina se encuentra en 5º lugar con 14 medidas. China sigue con 13.

En términos de inserción, Argentina está pronta a alejarse de la dicotomía que oponía apertura económica a sustitución de importaciones. Hoy el país puede apuntar a dos caminos paralelos: sustitución de importaciones para fomentar su industrialización y sustitución de exportaciones para potenciar el valor agregado en sus recursos naturales.

El rol de la heterodoxia económica, tanto en el espacio intelectual como en la gestión, es hacer que la sintonía fina funcione y que redunde en beneficios comprobables para el conjunto de la sociedad. Elevar la calidad del debate y de la acción: acordar conceptos, discutir herramientas y buscar la mejor manera de gestionarlas. Es un camino sinuoso y con altibajos, propio de una lógica dinámica. Cruzar el río contra corriente y avanzar hacia el desarrollo.

* Economista jefe CEU-UIA. Secretario de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (SIDbaires), @diegocoatz.

** Director de Relaciones Institucionales SIDbaires,@mjotagarcia.



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