Ocho de cada diez bienes exportados con valor agregado desde la Argentina se producen en la región centro-pampeana. Esta es sólo una de las dimensiones que muestran las profundas asimetrías que aún persisten entre las regiones del país, pese al crecimiento económico del período post convertibilidad. En el debate público sobre los mejores caminos para lograr una inserción internacional inteligente como condición necesaria para el desarrollo, no debe soslayarse que dicha inserción debe pensarse brindando oportunidades para cerrar las brechas entre las regiones del país.
Si observamos cómo se distribuyen las exportaciones regionalmente, salta a la vista el gran diferencial que existe entre la región centro-pampeana, compuesta por las provincias de Buenos Aires, CABA, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y La Pampa, y el resto. El 82,2% de las exportaciones MOI (manufacturas de origen industrial) se concentran en las seis provincias que componen el área. Inclusive hacia dentro de la región, solo tres provincias (Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe) explican el 80,7% de dicha variedad de exportaciones. Estos números no deberían sorprender si se tiene en cuenta que en la región centro-pampeana se ubica el 72,2% de los establecimientos industriales y que las oportunidades de financiamiento favorecen la concentración; el 93,3% de los préstamos a la industria son otorgados en esta porción del territorio nacional. Por supuesto, la presencia de los complejos exportadores más dinámicos en la región, como lo son el complejo oleaginoso y el automotriz, explican la mejor inserción internacional de esta región y la magnitud de la diferencia.
Por su parte, las regiones del NEA (Chaco, Corrientes, Formosa y Misiones) y el NOA (Salta, Jujuy, Catamarca, Tucumán, La Rioja y Santiago del Estero), apenas concentran, en conjunto, el 2,8% de las exportaciones MOI (el NEA, no llega a explicar el 1%). Los incentivos para la inversión de emprendimientos con mayor valor agregado son escasos y, al mismo tiempo, esta escasez de oportunidades retroalimenta de forma viciosa la concentración, acentuando la asimetrías. Con menor magnitud pero mejores oportunidades, las provincias de Cuyo y la Patagonia explican el 8,2% y el 6,2% respectivamente de las ventas externas de manufacturas industriales. Los productos derivados de las explotaciones hidrocarburíferas (refinados de petróleo) o el caso de la industria vitivinícola cuyana explican esta mejor participación, aunque muy lejana respecto de la región centro pampeana. Es importante destacar que, al interior de cada provincia, las asimetrías se vuelven más intensas en función de los perfiles productivos.
Este fenómeno no es nuevo. Un aspecto clave para entender las diferentes trayectorias entre provincias y regiones del país pasa por comprender el rol que las provincias lograron desarrollar en los distintos modelos de acumulación de la historia económica argentina. Los desequilibrios han sido parte de la historia argentina desde su concepción como país, manifestando una profundización a partir de mediados de los setenta y hasta la crisis 2001, producto del retroceso industrial. Desde 2002, si bien hubo avances (especialmente en las regiones de Patagonia y Cuyo) y se lanzaron iniciativas particulares para reducir las asimetrías regionales, no se han verificado cambios estructurales que reviertan la matriz de concentración de la actividad económica. A modo ilustrativo, repasando los censos poblacionales de la Argentina puede observarse que, solo en lo que hoy es el AMBA, la población pasó de explicar el 25,8% del total nacional en 1914, al 29% en 1947 y al 35,8% en 1970, manteniéndose en una proporción cercana al tercio del total hasta nuestros días; de acuerdo a los datos del censo 2010, en el AMBA (que representa la 1,4 milésima parte del territorio argentino) viven 12.801.364 personas, el 31,9% de la población.
Para transitar con pie firme el camino al desarrollo, la Argentina necesita romper está dinámica de concentración, inequidad y rezago. En este sentido, cabe señalar la importancia de incrementar la densidad del entramado productivo y la extensión del tejido PYME ya que resulta uno de los ejes central del desarrollo regional y social. Analizando las trayectorias de las distintas provincias argentinas se observa que a mayor densidad industrial, hay una menor cantidad de hogares con necesidades básicas insatisfechas.
Un camino a recorrer
El desarrollo regional implica el fortalecimiento de las capacidades competitivas del sistema productivo local. Y las posibilidades de desarrollo de un territorio deben analizarse en función de su nivel de competitividad, es decir, de su capacidad para alcanzar un proceso sostenible de prosperidad económica.
La superación de las asimetrías regionales requiere de una política industrial integral de carácter federal que abarque y contemple las realidades particulares de cada región y sector productivo, así como también de las pequeñas y medianas empresas, con una mirada social e inclusiva y que considere soluciones a los déficits en materia de infraestructura y financiamiento de proyectos. Una política industrial para el desarrollo de largo plazo.
Un insumo necesario para el diseño de estas políticas es contar con mejor información sobre las economías regionales. Desde la Unión Industrial Argentina se ha venido trabajando en la identificación de fortalezas y debilidades de las distintas regiones de la República. Con una visión prospectiva que considera a la riqueza y diversidad del extenso territorio argentino como una oportunidad, desde el Departamento de Desarrollo Regional se ha trabajado desde 2010 en la caracterización de nuestras economías regionales, habiendo identificado 49 subespacios productivos en el territorio argentino (http://www.uia.org.ar/adt/).
Las claves no solamente pasan por exportar más o exportar productos con mayor valor agregado desde las distintas regiones. Lo que se necesita es también generar un mercado local que fortalezca a las economías regionales; identificando oportunidades para afianzar eslabonamientos. Esta identificación debe ser un trabajo conjunto entre gobiernos, empresas y universidades. El norte es generar empleo asociado a actividades más complejas, en orden de atenuar las asimetrías y transitar el camino hacia un desarrollo territorial con equidad.