Transformar la estructura

Por Diego Coatz – Ámbito

21/09/2016


Diego Coatz. Director Ejecutivo y Economista Jefe UIA. Profesor de Estructura Económica de la UBA y UCES

La industria atraviesa un momento delicado que comenzó hace poco más de cinco años. La producción industrial per cápita descendió 6,5% entre 2011 y 2015, y esta contracción sigue durante 2016, tanto por la recesión en Brasil como por factores internos asociados a la salida del cepo cambiario y el crecimiento de costos. ¿Qué tenemos que hacer para que la actividad industrial retome la senda virtuosa que tuvo entre 2002 y mediados de 2011, cuando aumentaron la producción, del empleo, la inversión, la productividad y las exportaciones?

Hoy, la actividad comenzó a mostrar signos de que se habría tocado fondo. Algunos sectores como la producción de cemento, fertilizantes, y maquinaria agrícola muestran mayores niveles de producción con relación a los meses previos. Sin embargo, la recuperación terminará de materializarse y, sobre todo, será sostenible en el tiempo si se avanza en dos ejes que tienen que ver con una mirada estratégica de largo plazo, y que hacen a la base de una política industrial inteligente.

El primero de los ejes es el diseño y la ejecución de un plan de infraestructura para el desarrollo. Esto generaría un doble efecto en sector industrial. Por un lado, mejora la competitividad sistémica de la economía argentina en la medida en que las obras sirvan para reducir los costos de logística, transporte y energía. Con más trenes, aeropuertos y puertos, los productos argentinos pueden llegar a distintos rincones del país y del mundo a menores costos. Pero además, un plan de infraestructura también reactivaría a la actividad industrial, siempre y cuando su implementación incremente la demanda de productos nacionales en sectores donde ya tenemos desarrollo tecnológico y capacidades productivas.

El segundo eje es que el país persiga una inserción internacional inteligente. En el mundo actual es clave que logremos un mayor relacionamiento en materia comercial, de inversiones y financieras con el resto del mundo. Para ser inteligente esas relaciones tienen que estar guiadas por tres principios fundamentales que nos permitirán integrarnos mejor en las cadenas globales de valor.

Primero, por políticas industriales que permitan mejorar la calidad de los productos exportados y, como consecuencia, mejorar el resultado comercial a largo plazo. Esto también significa federalizar la producción y cerrar las brechas territoriales: por cada peso que se presta en una provincia del NOA, se prestan casi $32 en la Ciudad de Buenos. En la CABA, para citar otro ejemplo, hay 25 PyMEs por habitante, mientras que en las regiones menos desarrolladas la relación es 1 a 300.

Segundo, potenciar las capacidades preexistentes. Con todos sus bemoles, Argentina cuenta con un desarrollo industrial importante y, con sus ya casi 45 millones de habitantes, está en condiciones de aprovechar las capacidades y el conocimiento que tiene en ciertos sectores de la industria para apuntalar el crecimiento del conjunto la economía y generar empleo de calidad. Por eso la política tributaria debería estar focalizada en fomentar la producción de bienes con mayor valor agregado.

Y tercero, la inserción internacional tiene que entender el mundo en el que le toca jugar: el amesetamiento del comercio global y el excedente de oferta global son factores que no se pueden soslayar. Países como China aplican subsidios para ganar mercados y generar inversiones y empleo a sus ciudadanos. En ese terreno, no hay que ser ingenuos porque el mundo no lo es.   

En el fondo, se trata de diseñar y llevar adelante una estrategia productiva que conjugue inversión pública y privada en infraestructura y producción. Esto puede requerir, en la transición, financiamiento externo para recuperar la previsibilidad de crecimiento. Pero hay que atender, sobre todo, los temas micro y sectoriales que permitan exportar más y mejor, y sustituir estratégicamente importaciones en sectores donde existe potencial (que son muchos). En definitiva: transformar la estructura productiva argentina.  El riesgo de no hacerlo es tomar deuda para sobrevivir en el corto plazo, algo que el país ya ha hecho muchas veces en el pasado – con los resultados conocidos. Para que no pase lo mismo, tenemos que hacer las cosas distintas.

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