La industria manufacturera representa el 20,1% del valor agregado de la economía argentina, y por cada puesto de trabajo que se genera en una fábrica se crean 2,5 de manera indirecta en otro sector. Las micro, pequeñas y medianas industrias son el corazón de esta industria argentina heterogénea y extendida a lo largo y ancho del país. El 98% de los establecimientos productivos industriales del país son pyme y generan la mitad de los puestos de trabajo formales en las fábricas. Estas empresas industriales no son el problema, sino que son parte de la solución de los actuales desafíos que presenta la economía argentina.
El 24% de las pequeñas empresas que se crearon en los últimos siete años no logró mantener abiertas sus puertas, mientras que el 5% se “graduó” y se convirtió en mediana. Un proyecto de país que apunte a potenciar la producción tiene que tener en agenda como uno de los temas centrales el acceso al financiamiento de las pymes. Las dos principales fuentes de financiamiento de una pyme argentina son el capital propio y la propia red de proveedores y clientes que intenta suplir el rol que debería tener el sistema financiero. En Argentina las empresas medianas financian el 63% de sus inversiones productivas con fondos propios, mientras que menos del 15% consigue un crédito en un banco para ampliar una planta o fabricar un nuevo producto. La porción de inversiones productivas financiada con préstamos bancarios en Brasil por parte de empresas medianas es tres veces mayor que en Argentina.
Hoy las pymes enfrentan múltiples dificultades para acceder al crédito: un elevado costo derivado del escenario de altas tasas de interés que se suma a los costos bancarios de la operación, plazos de repago que no se ajustan a los tiempos de maduración de una inversión productiva, insuficientes garantías o valuaciones contables que no se condicen con su valor real, desconocimiento de las líneas de créditos existentes y de los procedimientos para acceder, y desconfianza en el sistema bancario. Reflejo de todo esto constituyen dos falencias del sistema financiero que son estructurales y perdurables en el tiempo: su baja profundidad y los problemas de accesibilidad.
El stock de créditos al sector privado no financiero representa en Argentina apenas el 13,4% del PBI. En el Reino Unido y en Corea supera el 130%, y en Japón y Estados Unidos es mayor al 180%. Este ratio es en Argentina incluso menor que en países de América Latina: en México es del 33% y en Chile del 110%.
A la poca profundidad del sistema crediticio se suma el escaso desarrollo del mercado de capitales. El financiamiento de las pymes a través del mercado de capitales aparece como una quimera porque hoy esta participación se ve casi exclusivamente reducida a la venta de Cheques de Pago Diferido avalados por Sociedades de Garantía Recíproca por parte de unas 10 mil empresas (sobre más de 650 mil pymes).
De esta torta de por sí pequeña, a las pymes les llega apenas una porción: el crédito a las pymes en Argentina equivale al 2,5% del PBI, mientras que en México representa el 8,1% del PBI, en EE.UU. el 40% y en Corea el 104%. Uno de los motivos centrales de esta poca accesibilidad es que en Argentina conviven un conjunto de estímulos que incentivan a los bancos a orientar los fondos prestables a actividades no vinculadas a la producción como pueden ser financiar préstamos al consumo o invertir en Letras del Banco Central. Para los bancos es más sencillo y rentable calificar a un cliente que cobra todos los meses su sueldo en una cuenta bancaria y a quien puede cobrarle tasas superiores al 40%, que en analizar la carpeta crediticia de una pyme a la que debe además ofrecerle una tasa de interés que esté en línea con las expectativas inflacionarias. El resultado es que en Argentina el 49% de los créditos en pesos al sector privado son para financiar consumo ya sea a través de créditos personales o de la tarjeta de crédito.
Las pymes necesitan financiamiento para invertir en máquinas e innovar en procesos y productos que les permitan potenciar su rol como proveedores de las grandes empresas locales e insertarse de una mejor manera en las cadenas globales de valor. En Argentina el 0,6% del PBI se invierte en Investigación y Desarrollo (I+D) y si bien el país está mejor con respecto a la mayoría de las naciones de la región, todavía está muy por debajo de los desarrollados. El financiamiento no sólo es necesario para contemplar la agenda del desarrollo, sino que las pymes también necesitan financiar su capital de trabajo. Una pyme que paga quincenalmente los sueldos, seguramente recién cobra por sus ventas noventa días después de realizada la operación.
Desde el sector público se impulsan iniciativas para subsanar estas deficiencias del sistema. El Ministerio de Producción, cuenta con programas orientados a la bonificación de créditos y de fomento a la inclusión financiera. Los bancos públicos como el Nación y Provincia lanzaron líneas tendientes a reducir los costos y extender los plazos del financiamiento, mientras que el Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) ofrece líneas con procesos simplificados de precalificación de las carpetas pymes. Al mismo tiempo, existen medidas como la Línea de Financiamiento para la Producción y la Inclusión Financiera que impulsa desde hace años el BCRA, o la implementación del balance electrónico y las Obligaciones Negociables pyme, que buscan resolver las trabas burocráticas que operan como barrera al ingreso al sistema por parte de estas empresas.
Junto con este conjunto de herramientas y recursos, es necesario contar con instituciones eficientes que brinden certezas respecto de los criterios y plazos. Un esquema de incentivos para que las instituciones públicas en conjunto con el sector privado financiero puedan fomentar la producción y expansión de las pymes. Al mismo tiempo, que éstas tengan un rol más activo para acercarse a los bancos y explorar otros instrumentos financieros.
Es imprescindible llevar adelante un fuerte trabajo de difusión, asesoramiento, asistencia y acompañamiento de las micro, pequeñas y medianas empresas. A través del trabajo del sector público en articulación con las cámaras sectoriales y regionales debe trabajarse para darle visibilidad a los instrumentos disponibles y diseñar otros que permitan fomentar la producción, generando más y mejores puestos de trabajo.
Fuente: Perfil