El desafío de reactivar la industria: Para volver a crecer

Por Pablo Dragún - Página 12

08/09/2014

Luego de casi una década de crecimiento industrial, el sector productivo viene registrando, desde finales de 2011, un estancamiento en muchas de sus variables clave. Como síntoma de un problema estructural más importante, trabajar sobre estos aspectos se impone como un objetivo necesario. Algunos datos que ilustran el complejo panorama: en el primer semestre de 2014, la actividad cayó un 2,4 por ciento y el empleo un 1,8 por ciento en términos de obreros ocupados, y la inversión en maquinaria y equipos, de acuerdo con consultoras privadas, presentará una caída del 5 por ciento. A su vez, las exportaciones de manufacturas de origen industrial han perdido dinamismo, en particular aquellas vinculadas a sectores donde la competitividad precio tiene importancia. En 2013 se exportaron 1500 millones de dólares menos que en 2011 en estos rubros.

Antes que mencionar cuestiones inherentes a cómo mejorar la dinámica industrial, es necesario dar cuenta de un elemento insoslayable crucial dada la estructura productiva argentina: el crecimiento del PIB trae aparejado un incremento más que proporcional en las importaciones. El crecimiento de la demanda tracciona importaciones de bienes de consumo, pero también la suba de la inversión necesita de la importación de bienes de capital.

A largo plazo, la forma de subsanar esta restricción externa –la mayor demanda de dólares por las importaciones– es incrementando el nivel de exportaciones con mayor valor agregado. Esto en un contexto de integración inteligente en cadenas de valor o avanzando hacia mayores niveles de integración nacional sin resignar calidad y, fundamentalmente, mejorando el abastecimiento energético. Sin embargo, todas estas cuestiones son similares a la que ocurren en América latina, que financió su déficit de cuenta corriente con endeudamiento. Si el país puede resolver de alguna forma la situación de la deuda externa, el potencial de Vaca Muerta y la minería harán posible que ingresen inversiones para financiar la actividad productiva. Estos sectores, como así también el agro, tienen el potencial para apuntalar la producción y la tecnología local.

Si bien la macro condiciona fuertemente la actividad industrial por la baja en el consumo y la inversión, es importante destacar que hay numerosos temas sobre los que se puede trabajar a nivel micro para mejorar la situación. Por ejemplo, la devolución de reintegros a las exportaciones puede ser más expeditiva, teniendo como objetivo que la inflación no erosione esta ventaja. Además, resulta importante el crédito para financiar capital de trabajo y sostener el empleo industrial –particularmente en sectores donde la informalidad es mayor–.

Con respecto al crédito, en momentos en los que el costo de capital es elevado, la banca pública puede actuar de manera contracíclica para financiar a las pymes y en reconversión productiva. Por citar un ejemplo, en Brasil, la existencia de una banca de desarrollo le permite a las empresas participar en compulsas internacionales con el financiamiento estatal y utilizar la herramienta para el desarrollo de proveedores.

El poder de compra del Estado también es un vector clave, porque con ventajas tributarias para la producción nacional es posible desarrollar proveedores de calidad con integración con el sistema científico y tecnológico. En este sentido, tanto Estados Unidos como Japón, Reino Unido y Alemania están implementando planes integrales de política industrial para revertir la pérdida de producción manufacturera frente a las economías emergentes de Asia. De esta manera, también combaten el fenómeno de deslocalización productiva que los afectó durante la última década.

Una reforma tributaria también es parte del horizonte de objetivos prioritarios a mediano plazo. La integralidad de la reforma fiscal debe tener como eje el diseño de tributos que vayan en consonancia con un proyecto de país industrial con agregado de valor. Las inequidades que el sistema argentino arrastra desde hace décadas, termina penalizando la inversión productiva.

Para que Argentina vuelva a crecer y suture las discusiones derivadas de fluctuaciones e inconsistencias estructurales, es necesario trabajar sobre una política industrial que no solamente nos permita salir de los atolladeros estructurales sino que, además, permita establecer los parámetros de un desarrollo sostenido y con perspectivas de largo plazo.

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