Industria argentina: la década partida

Por Diego Coatz

07/09/2014

Industria argentina: la década partida
Clarín (Suplemento IECO)

Un balance de la dinámica industrial de los últimos doce años muestra que la postconvertibilidad no es un período homogéneo, señala el columnista. La década tuvo cambios y vaivenes internos pero también modificaciones externas. Se la podría dividir en tres etapas: “Reindustrialización y generación de empleo”; “Crisis internacional, caída y recuperación de la industria nacional”; y “De la sintonía fina al estancamiento productivo”.


A doce años de una de las peores crisis de la historia argentina y once de la asunción de Néstor Kirchner como presidente, es también tiempo de un balance sobre la dinámica industrial del período que nos permita mirar hacia el futuro con mayores certezas sobre lo que estuvo bien y todo lo que hay que corregir.

En ese balance, hay que empezar por postular lo (no tan) obvio: la postconvertibiliad no es un todo indisoluble. La década y pico que siguió a la gran crisis tuvo cambios y vaivenes internos pero también modificaciones externas. Resulta más conveniente dividirla en tres etapas, con sus respectivos títulos. La primera, entre 2002 y mitad de 2007, fue de “Reindustrialización y generación de empleo”; la segunda, 2007-2010, de “Crisis internacional, caída y recuperación de la industria nacional”; y finalmente, desde mitad de 2011 hasta la actualidad, “De la sintonía fina al estancamiento productivo”.

1. Reindustrialización y generación de empleo. La primera etapa se caracterizó por un crecimiento de la industria y la recuperación acelerada del salario. Tras los cambios macro se fortalecieron la demanda interna, la inversión y la productividad. La política económica tenía como eje vector la reindustrialización a partir de la política cambiaria de flotación administrada y la implementación de retenciones, reintegros, y algunos subsidios cruzados en materia de energía, dadas las diferencias de productividades sectoriales. Asimismo, se recuperó parcialmente la política comercial externa. Argentina pasó de concesiones permanentes en materia internacional a una posición negociadora y activa, tanto en la OMC como en el Mercosur. Y un dato no menor: la ciencia retornó a los primeros planos de la agenda, primero a través de cambios en el Conicet y luego con la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología. Todo ello dio lugar a que entre mitad de 2002 y fines 2007 la industria creciera casi un 60% acumulado y se generasen 404.000 nuevos puestos de trabajo formales.

2. Crisis internacional, caída y recuperación de la industria nacional. A comienzos de la segunda etapa (2007) ya se vislumbraban tensiones propias de la problemática del desarrollo. Financiamiento, energía, crecimiento acelerado de las importaciones, costos logísticos (transporte) comenzaban a ser parte la agenda. A nivel macro, la inflación y la creciente demanda de divisas (tanto para importar como para ahorrar) reflejaban esa agenda como coyuntura (financiamiento externo) y como estructura (límites en la matriz productiva). En ese debate estábamos cuando estalló la crisis internacional y la industria argentina, como la del todo el mundo, sufrió una fuerte contracción (-6% en 2009).

Frente a esto, el Gobierno implementó un conjunto de políticas activas que, si bien no fueron un plan integral, dio lugar a una fuerte recuperación industrial. Se fortaleció la demanda (mayor inclusión jubilatoria y AUH), se hizo una política comercial selectiva (licencias no automáticas, antidumping, valores criterios, entre otros), se administró sin sobresaltos la cuestión cambiaria (deslizando el tipo de cambio gradualmente con una suba de la tasa de interés) y se puso a la obra pública en el centro de la recuperación. La actividad industrial acumuló un crecimiento del 20,7% en 2010 y septiembre de 2011. El crecimiento, como sugiere la paradoja histórica de la Argentina, encendió nuevamente, pero de forma más acelerada, los temas estructurales pendientes.

3. De la sintonía fina al estancamiento productivo.
Hacia fines de 2011, la necesidad de hacer “sintonía fina” ante los nuevos desafíos emergía entonces como punto clave de la agenda económica. Era hora de emprender una agenda sectorial con eje en temas de tecnología, productividad, sustitución eficiente de importaciones y exportaciones con más valor agregado. Sin embargo, lo que entró en colisión fue el trazo grueso de la política económica –cepo cambiario, inflación, dolarización de carteras, etc.–, lo que derivó en un estancamiento de la actividad industrial. La producción de 2013 estuvo por debajo de la de 2011. De un crecimiento de 3,3% en obreros contratados en 2011, se pasó a 1,3% en 2012 y 0,5% en 2013. En el primer trimestre de este año la tendencia se profundizó con la contracción de 1,2% en este rubro. Mientras que las PyMEs prácticamente no generan nuevo empleo formal desde 2009.

Las proyecciones para todo el año 2014 reflejan una contracción que oscila entre 2% y 2,5% producto de una reducción del mercado interno y del magro desempeño de la industria brasileña. Además, la suba de las tasas de interés, necesaria para dar aire a la presión cambiaria, dificulta aún más la operatoria de las firmas, principalmente la de las PyMEs industriales.

Navegar al desarrollo para no surfear urgencias.
La clave sigue estando en desarrollar estructuralmente el tejido productivo. Durante los últimos 12 años, diversas ramas industriales se reactivaron. Pero el número de empresas que desarrollaron y consolidaron ventajas competitivas a partir de cambios técnicos y organizacionales, innovación y diferenciación de productos, no llegaron a conformar un núcleo que refleje un nuevo entramado industrial. Crecimiento, inversión y escala no son suficientes. Falta una política industrial de largo aliento.

El árbol de las urgencias macro oculta el bosque de los acuerdos importantes para conformar políticas de Estado para temas estructurales. Nada de esto es posible sin fortalecer la información y estadísticas públicas (información sectorial y regional acabada, con técnicos especializados en áreas clave tanto en el sector público como en el sector privado).

Financiamiento (a la BNDES), compras gubernamentales, un esquema tributario favorable para la agregación de valor nacional, apoyo a la inversión productiva, desarrollo de capital local junto con una mayor integración de PyMes locales con trasnacionales (con énfasis en la I+D) son algunos de los pasos necesarios para una política industrial sólida que permita arbitrar las coyunturas futuras desde una perspectiva estratégica. Lo otro es seguir surfeando las urgencias.

Ver  Clarín (Suplemento IECO) 

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