Autores: Diego Coatz, Fernando Zack. Medio: Publicada en El Economista.
17/12/2009
Durante el último trimestre del año, han proliferado los análisis económicos que afirman que lo peor de la crisis ha quedado atrás. Suponiendo que este diagnóstico es certero, debe advertirse que la finalización del derrumbe no implica que el mundo se esté embarcando en un nuevo ciclo de crecimiento.
Si bien la economía que viene puede generar oportunidades, estará enmarcada en un tímido crecimiento que dará lugar a un recrudecimiento de la competencia que, junto con la aceleración del progreso tecnológico, terminará engendrando una feroz disputa por la riqueza a ser generada, distribuida y apropiada por naciones y empresas.
Bajo este escenario, nuestro país finaliza el 2009 con diversos indicadores que permiten esperar un mejor desempeño económico para el año 2010. En los últimos meses, como respuesta a un tipo de cambio que refleja más la realidad de la economía doméstica, la disipación del riesgo de default de la deuda soberana y cierta mejora en los indicadores de liquidez en los mercados internacionales, se redujo fuertemente la fuga de capitales. La salida de divisas y la dolarización de las carteras que tuvo sus máximos entre fines de 2008 y comienzos de 2009 se revirtieron en el último trimestre del año que finaliza.
En este sentido, debe destacarse que el pasado Octubre fue el primero en los últimos veintiocho meses en arrojar un ingreso neto de divisas del orden de los u$s 350 millones, luego de que nuestra economía soportara una fuga de más de u$s 45.000 millones en los últimos dos años.
Este nuevo escenario, está permitiendo tanto el incremento de las reservas como también la capacidad de acción del BCRA junto con la reducción de las tasas de interés, aunque el crédito a la producción, particularmente a PyMES continúa siendo la gran deficiencia del sistema financiero doméstico.
Para el año 2010, las expectativas en cuanto a una mejor cosecha y la recuperación de las exportaciones industriales, permiten suponer que el saldo superavitario de la balanza comercial continúe fortaleciéndose, mostrando una recuperación tanto de las exportaciones como de las importaciones.
En lo que respecta a las ventas al exterior de productos primarios y manufacturas de origen agropecuario, se espera que el crecimiento de Asia tenga un impacto positivo sobre las mismas. Dicha recuperación, generará mayor demanda de alimentos y, junto a una mejor perspectiva para el agro, justificarían el crecimiento en las exportaciones, en particular las de la industria de molienda.
Por su parte, las exportaciones de manufacturas de origen industrial estarían impulsadas por el crecimiento previsto para Brasil del orden del 4-5% y cierta mejora de la economía mundial. Este contexto, ayudará a la recuperación de las exportaciones argentinas de metales básicos, automotriz, industria química y del resto de las MOI.
Sin embargo, cabe recordar que la actividad industrial lleva 12 meses consecutivos de caída interanual luego de casi 80 meses de crecimiento ininterrumpido.
En el mes de octubre, según estimaciones del CEU UIA, la actividad industrial presentó una caída de 5,8% respecto a igual mes del año anterior. De esta forma, en los primeros diez meses de 2009, la actividad acumuló una retracción de 8,5%, pero mejorando su desempeño relativo al primer semestre del año. En línea con esto, debe destacarse que en octubre, la actividad industrial mostró una expansión respecto al mes pasado (0,5%) y se recuperó un 8,5% por sobre el piso de febrero.
En síntesis, nuestro país finaliza el año 2009 con una variación del PBI anual en torno al -2%, una caída de la actividad industrial que cerrará alrededor del 8% y el desempleo en el 9,7%.
Para 2010, las proyecciones afirman que el PBI podría expandirse en torno al 3%, la actividad industrial alrededor del 5% y empleo mostraría cierta recuperación, aunque a un ritmo lento. No obstante lo cual, a pesar de las mejoras en las expectativas de cara al 2010, existen al menos tres grandes encrucijadas que terminarán condicionando los resultados económicos del próximo año.
La primera de ellas radica en cómo canalizar el ahorro nacional y el resultado superavitario de la cuenta comercial hacia las necesidades productivas y sociales de la economía, es decir, brindar los incentivos para financiar el desarrollo y desestimulando la fuga de capitales.
El segundo, y en un marco de recuperación de la actividad y de nivel de inflación ubicado en los dos dígitos, la clave de la política macroeconómica consistirá en cómo buscar la convergencia entre costos (particularmente salarios), precios y tipo de cambio. En este sentido, resulta clave no volver a tentarse en utilizar la política cambiaria como ancla del nivel de precios y evitar que se incuben inconsistencias que luego terminan manifestándose en saltos bruscos del tipo de cambio. Se debe utilizar integralmente los instrumentos de política para lograr que converjan dichas variables.
Finalmente, el tercero refiere al plano fiscal. Más allá de las necesidades de financiamiento de la deuda nacional y provincial, en la actualidad la Argentina presenta un nivel de participación del sector público consolidado que se acerca a 30 puntos del PBI, que si bien es una cifra sustancialmente mayor a lo observado a comienzas de la década, la misma refleja una realidad más acorde a las necesidades de un país en vías de desarrollo. Sin embargo y más allá de cuestiones coyunturales, la importancia radica en la calidad del gasto público (políticas de inclusión social, inversión en infraestructura y ciencia y tecnología, etc.) como así también en la composición de la recaudación tributaria que actualmente está concentrada en el consumo y la actividad productiva y no en las personas físicas, particularmente las de mayor poder adquisitivo.
Argentina ante las amenazas y las oportunidades
Si bien la Argentina logró en gran medida conservar cierta estabilidad en el período de mayor turbulencia económica mundial de los últimos treinta años, la recuperación de la crisis requiere de una adecuada reflexión acerca del escenario económico y político internacional venidero.
En este sentido, será fundamental el uso estratégico de los recursos naturales dado que el crecimiento de las mencionadas economías acarrea una gran demanda de productos primarios, materias primas y energía. Sin embargo, las condiciones de provisión de dichos productos por parte de nuestro país, deben ser determinadas en función de una estrategia global de industrialización con arreglo a un programa de desarrollo que contemple la integración tanto social, como productiva y regional de nuestro país.