Diego Coatz. Docente UBA-UCES. Economista jefe CEU-UIA. Vicepresidente SIDbaires @diegocoatz.
La depreciación de la moneda china puede afectar a nuestro país a través de dos canales. El primero es específico y tiene que ver con el comercio bilateral y la competitividad. El segundo es general: responde al fortalecimiento del dólar como moneda global y la presión que genera tanto en los precios de los commodities como en la evolución de las monedas de nuestros socios regionales.
El primer canal (competitividad) no impacta en forma directa. China ya no compite en los mercados globales sólo vía salarios relativos menores sino con un conjunto más amplio de políticas industriales (escala, tecnología) y comerciales/financieras (dumping, subsidios, créditos, empresas públicas, entre otras) que van mucho más allá del tipo de cambio.
En concreto: durante el año 2014 el déficit comercial argentino con China fue de USD 5.789 millones. Ese déficit ha venido empeorando desde 2008 y acumula en estos últimos siete años un total de USD 24.000 millones. No siempre fue así: entre 2003 y 2007 Argentina tuvo un superávit de más de USD 5.000 millones por año. Tras la crisis financiera internacional y como respuesta a la menor demanda de parte de los mercados europeos, China profundizó la presencia de sus productos en los mercados latinoamericanos.
Pero el problema no solo es absoluto sino relativo. El 85% de las importaciones argentinas provenientes desde China fueron bienes de capital, insumos para la industria y componentes electrónicos, mientras que el 15% restante fueron bienes de consumo, también industriales. En tanto que el 95% de nuestras exportaciones a China se concentraron en productos primarios y derivados de la soja (no alimentos elaborados). Esto pone de manifiesto una relación asimétrica en el comercio que responde a múltiples factores. Lo más relevante a tener en cuenta es que en la medida que la economía argentina crece, el déficit comercial tiende a profundizarse, incluso por sustitución inversa de importaciones. ¿Qué quiere decir eso? Que por ejemplo parte de las obras financiadas por China son abastecidas por proveedores de ese país.
Con respecto al segundo canal, los riesgos sí aparecen producto de la revalorización del dólar ante las depreciaciones que se han sucedido en otras monedas además del yuan (el Real brasileño, el Rublo ruso, para poner dos ejemplos). La política cambiaria china es un suceso más en un contexto de mayor alcance y volatilidad. Un dólar revalorizado influye negativamente en los precios de los commodities internacionales, afectando la capacidad de generación de divisas genuinas por parte de economías cuya inserción tenga cierto grado de dependencia de estos bienes (como es el caso argentino). Si a este marco le sumamos la posibilidad, cada vez más cercana de una suba gradual de tasas de interés internacionales, el frente financiero para países emergentes se puede complicar.
Para nuestro país la clave sigue siendo comprender las modificaciones geoeconómicas y geopolíticas que se avecinan. Y la pregunta principal: cómo utilizar el financiamiento externo para el diseño de una estrategia productiva integral. Ni China, ni los mercados voluntarios de deuda financian el desarrollo. Ambos son pragmáticos, los primeros exigen tasas de interés mayores a la internacional y garantías/condiciones futuras de pago. China pareciera ser más flexible para prestar, pero a cambio demanda posiciones en activos reales (minería, infraestructura, proyectos estratégicos, etc.). Cómo negociar con unos y los otros en la defensa de una estrategia nacional es la llave para recuperar un sendero de crecimiento sostenible.
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