Hicimos un trabajo coral, que incluyó a nuestros departamentos técnicos y la articulación con entidades en todo el territorio del país. No es casual que lo hayamos presentado durante la campaña, ni que lo estemos entregando a todos los candidatos que van a competir por la presidencia el 27 de octubre: por más sólido que sea el plan desde el punto de vista técnico, su puesta marcha depende de que alcancemos, quizás como nunca en las últimas décadas, sólidos acuerdos políticos y sectoriales.
En Argentina hoy existe acuerdo sobre la necesidad del acuerdo. Pero no existe acuerdo todavía sobre su contenido. Esto es así porque nos hemos acostumbrado, quizás demasiado, a alimentar nuestros dilemas más que a buscar nuestras potenciales síntesis. En eso se nos pasa mucho tiempo. Y en un mundo que avanza sin esperarnos, quedarnos quietos significa retroceder.
El Plan Productivo 20/23 busca contribuir al contenido de ese acuerdo. Su título puede sonar grandilocuente pero es simple, y sus más de 150 propuestas también lo son. Argentina tiene que enfocar todas sus políticas económicas en incentivar la agregación de valor, tanto para los sectores que abastecen al mercado interno como a los que exportan. Un mercado interno sólido es la plataforma necesaria para dar el salto exportador. A ese objetivo tienen que estar orientadas la macroeconomía y las políticas productivas.
La discusión sobre si Argentina tiene que ser o no un país industrial perdió razón de ser. Primero porque Argentina ES efectivamente un país industrial. Existe un mito de que la industria es la que genera el déficit estructural de divisas por la integración de insumos importados en sus procesos. Pero como muchos mitos, es falso. Si no existiera la industria, la Argentina igualmente consumiría productos industriales terminados, a un costo en materia de divisas todavía mayor para el país.
Segundo, porque hoy la industria no es un sector sino un concepto que guía la nueva etapa de desarrollo global, conocida popularmente como Industria 4.0. ¿Qué quiere decir? Que la inteligencia artificial, la digitalización, los robots colaborativos, los datos y su procesamiento empujan un nuevo modelo de producción de bienes y servicios, en el que no se disputa por la fabricación del bien en sí sino por el control del proceso y de los nodos clave donde se agrega el valor. Hoy los servicios están embebidos en los productos, con sensores que permiten integrar su uso con la generación y transmisión de información en tiempo real. Estamos en una transición tecno/productiva trascendental donde una fábrica ya no es sólo un lugar donde se manufacturan objetos sino un espacio dinámico que busca brindar soluciones integrales a los consumidores y proveedores.
Argentina tiene activos para ser un jugador importante en ese proceso mundial, en el que las cadenas de valor son globales y en el que cada Estado pugna para que los eslabones más cruciales de la producción estén dentro de sus fronteras y reditúen beneficios para sus sociedades. La guerra comercial en curso tiene que ver con eso.
¿Qué tenemos que hacer para ser jugadores? En principio, jugar. Argentina ha perdido años valiosos en los últimos años, atrapada en discusiones estériles que no van al meollo de los desafíos actuales. Una vez que concluya este año, nuestra economía va a haber caído per cápita un poco más del 10% desde 2011 y el sector industrial casi un 24% abajo con relación a 2011 y 16% con relación a 2015. La tendencia es clara: no solo caemos, sino que también nos primarizamos, a contracorriente de lo que el momento histórico del planeta nos obliga a hacer para crecer.
Pero el argumento también es cierto al revés: porque nos primarizamos, caemos. Toda la dirigencia acuerda en el objetivo político y moral de reducir una pobreza estructural que crece, pero eso no se consigue con declamaciones sino con políticas que generen empleo privado de calidad, de la mano de un ecosistema emprendedor dinámico e integrador.
No hay atajos
En conjunto, Costa de Marfil, Ghana y Nigeria exportan el 66% de la producción mundial del grano de Cacao. En nuestra región lidera Ecuador con el 7%. El mercado mundial alcanza los US$ 9.000 millones. Ninguno de ellos exporta chocolate. En cambio, la mayor parte del chocolate del mundo lo exportan países desarrollados como Alemania (17%), Bélgica (12%) e Italia (7,4%). El total exportado asciende a casi US$ 27.000, En conjunto, Tailandia e Indonesia explican el 70% de las exportaciones mundiales de caucho, pero tienen una participación marginal en el de neumáticos. El principal exportador de neumáticos del mundo es China, con el 18%, lo siguen Japón, Alemania y Estados Unidos. Igual que en el caso anterior, mientras que una tonelada de caucho se vende a US$1.615, una tonelada de neumáticos vale US$14.514, por lo que el tamaño del mercado se multiplica por 4: de US$ 17.000 millones el caucho a US$ 75.000 millone los neumáticos.
Estos dos ejemplos sirven para ilustrar la disputa en cadenas similares a aquellas en las que Argentina juega un papel relevante. Hoy se genera riqueza tanto aguas arriba como aguas abajo en las cadenas de valor. Y prácticamente todas las cadenas están en tensión a partir de la irrupción de China en la economía global: hace tres décadas casi no participaba; hoy ocupa en promedio en entre el 20 y el 30% en todas las principales.
Jugar ese partido no admite atajos. Argentina tiene una serie de capacidades que necesita consolidar y potenciar: tradición industrial, científica, tecnológica, un sector de servicios dinámico, recursos humanos más calificados que el promedio regional y recursos naturales (abundantes, pero no suficientes en sí mismos para garantizar bienestar a toda nuestra población). El “Plan Productivo 20/23” no le pide a la macroeconomía lo que no puede dar: soluciones mágicas. Apunta a una fórmula simple que Argentina no ha podido lograr en las últimas décadas: que incentive de manera previsible, gradual y estable, a la inversión productiva y la generación de valor y empleo.
El foco, en cambio, está puesto en el plano productivo, donde trabajamos en tres dimensiones: Costos y Competitividad; Industria 4.0 y Productividad; y PyMI y Desarrollo Regional. Es allí donde, una vez estabilizadas las variables de la macroeconomía, tenemos que poner el esfuerzo y la creatividad para encontrar la especificidad de nuestro crecimiento, al interior del país y fronteras afuera.
Los temas son conocidos y se han discutido bastante en los últimos años: financiamiento, logística, fomento de inversiones, energía, formación para las nuevas formas de trabajo, ciencia y tecnología. Pero entendemos que nuestro aporte como sector pasa por sistematizarlas en un conjunto articulado de propuestas concretas, con una visión global de nuestra sociedad y nuestra economía, y ponerlas a disposición de los actores que serán electos por la sociedad para conducir el país.
La confianza en un proceso económico no depende de un presidente, un gobierno o una elección, sino que se construye en el tiempo gracias a un conjunto de actores comprometidos y de acciones concretas. La velocidad de los cambios tecnológicos y geopolíticos actuales requiere que avancemos rápidamente.