Cuando termine el 2019, Argentina liderará este ranking: 19 caídas en los últimos 44 años. La región no nos sigue: México tuvo 7, Brasil 8 y Chile 5. Más cerca en el tiempo, Argentina tuvo caídas en 2012, 2014, 2016, 2018 y 2019, lo cual consolida una caída de su PBI per cápita de 8% en 8 años y un núcleo duro de pobreza estructural.
Si hay un rasgo común en los tropezones de nuestra economía es la dificultad del país para generar las divisas genuinas que necesita para hacer frente a sus necesidades: invertir, producir, desarrollar la infraestructura, consumir, viajar al exterior, y pagar sus deudas e intereses.
Con este diagnóstico, la Unión Industrial Argentina elaboró el “Plan Productivo 20-23”, cuyo principio ordenador es la necesidad de potenciar el agregado de valor de nuestros sectores productivos y su exportación al mundo. El plan propone un diálogo virtuoso entre una macroeconomía ordenada, y el desarrollo de políticas productivas, tecnológicas y educativas diseñadas para hacer frente a los desafíos que proponen la Cuarta Revolución Industrial en un escenario internacional de creciente complejidad. Son once ejes, 40 áreas y más de 150 propuestas concretas, tendientes a crear un horizonte de certidumbre y brindar incentivos que potencien las inversiones productivas, el desarrollo tecnológico y la generación de empleo de calidad, con sustentabilidad fiscal y externa.
Avanzar en esta agenda precisa mejorar la competitividad sistémica de nuestra economía. Ello requiere un rediseño de la estructura impositiva con miras a fomentar el agregado de valor, contemplando desde el impacto de la tributación provincial (y municipal) en cada eslabón de la cadena productiva, hasta el esquema de derechos y reintegros a las exportaciones con alto valor agregado. De manera complementaria deben saldarse las deudas existentes en términos de infraestructura, reduciendo los costos de operación logística y desarrollar todo el potencial de una matriz energética diversificada.
En paralelo el plan cuenta con un conjunto de políticas de desarrollo tecnológico, equivalentes a las que llevan adelante los países más desarrollados (Alemania, España, EEUU, Corea, Japón, entre otros). Potenciar el Sistema Nacional de Innovación Argentino para acelerar la generación de desarrollos nacionales de tecnología, con incentivos fiscales y financieros para las inversiones en tecnologías 4.0. Estas medidas se complementan con políticas educativas y diseños institucionales que atiendan a los cambios acelerados que se observan en el mundo del trabajo, y que permitirán abandonar el falso dilema entre tecnología y empleo.
Por último, consolidar un país integrado productiva y socialmente es una prioridad de cara al futuro cercano. Contamos con 650.000 MiPyMEs, distribuidas a lo largo del octavo país más extenso del mundo. Esta realidad nos obliga a tener instrumentos específicos, destinados a potenciar su competitividad, el agregado de valor en origen y la creación de empleo de calidad en todo el territorio. Para revitalizar sectores y regiones productivas es necesario ampliar fuertemente el acceso al crédito a plazos y tasas adecuadas, recuperar acciones concretas para la federalización como el Decreto 814/01, y facilitar la articulación en todos los niveles de gobierno.
Integrar sectores. Combinar el trabajo en la industria y los servicios para agregar valor a nuestros recursos naturales. Incorporar tecnología, diseño y marca a nuestra producción primaria. Capitalizar el potencial de nuestros recursos energéticos y mineros para desarrollar cadenas de valor. Hacer crecer al mercado interno y exportar. Exportar trabajo, conocimiento, tecnología, industria, agro y servicios. Sólo eso permitirá garantizar el flujo de divisas necesario para terminar con una historia de devaluaciones y crisis recurrentes. El año nuevo nunca va a empezar en Argentina, pero quizás podamos dejar a Kiribatí el privilegio de liderar un ranking donde no deberíamos estar.
Gabriel Vienni, Director de Departamentos Técnicos de la UIA
Pablo Dragún, Director del Centro de Estudios de la UIA